jueves, 31 de diciembre de 2009

FRAGANCIA de COMUNIÓN

. . . . . Nos dice S. Agustín, en sus comentarios al salmo 140, que "la ofrenda de la tarde fue la pasión del Señor, la víctima saludable". No hay nada más agradable que este aroma del Señor; ¡que todos los creyentes huelan así! Somos el buen olor de Cristo (2 Cor 2, 15).

Pablo contempla la acción evangelizadora como un difundir por el mundo entero el buen olor del conocimiento de Aquél cuyo nombre es ungüento derramado. En el fondo de esta imagen late la convicción del inmenso atractivo de Cristo y de su amor, que excede todo conocimiento (Col 3, 19).

Pero el Apóstol era consciente de que el Evangelio no podía ser testimoniado eficazmente de manera individual. Sólo una comunidad transfigurada por Cristo se constituía en signo creíble del Evangelio. Jesús había proclamado: Vosotros sois la luz del mundo (Mt 5, 14-16). "Vosotros" significa la comunidad cristiana, la Iglesia. Pablo nos exhorta a sus discípulos a vivir como hijos de la luz (Ef 5, 8; 1 Tes 5, 4); los que antes eran tinieblas ahora son luz en el Señor. En Fil 2, 14-16 se presenta esta vida nueva, este vivir como hijos de la luz, en conexión directa con la evangelización. En medio de una generación tortuosa y perversa, Pablo exhorta a los Filipenses a ser irreprochables e inocentes, hijos de Dios sin tacha; de ese modo brillarán como antorchas en el mundo (Fil 2, 15) y presentarán a ese mundo corrompido la Palabra de vida. Con su vida santa la comunidad cristiana presenta eficazmente la Palabra creadora de vida.Pablo insiste en la caridad como resumen de la ley (Rom 13, 8-10), pues sabe que es el amor -especialmente el amor al enemigo- la única fuerza capaz de cambiar el mundo. El mal sólo puede ser vencido con el bien (Rom 12, 14-21). Cristo se ha entregado para hacer de nosotros criaturas nuevas (2 Cor 5, 17); sólo una comunidad verdaderamente nueva es signo elocuente de Cristo.

He aquí, pues, la mejor "imagen corporativa" de nuestra Iglesia

-también en castellano-

. . Tal y como relatan las actas del Martirio de S. Policarpo, quemado vivo en el s. II: Finalmente, nos embriagó un olor exquisito como si se estuviera quemando incienso o algún otro preciado aroma.

. . . "Dios contiene en Sí mismo todo olor de suavidad y todos los aromas de los perfumes" (S. Ireneo).